ANA PAULA SELTZER

Donde las palabras vuelan y se transforman en mis consuelos



A eso de las 10 de la noche una mujer de unos 60 años que estaba esperando el subte D conmigo se puso de repente a danzar como si tuviese zapatillas de punta.

Así nomás y con una espontaneidad que te dejaba con la boca abierta.
Ella no estaba desequilibrada, estaba bailando porque se le cantó.
Me fascinan las personas que no se ubican socialmente en tiempo-espacio dentro de los parámetros socialmente-acartonados-aceptados.
(Hay días que aborrezco a la mayoría de mis prójimos, pero la puta madre, cómo me gusta observarlos).




Todos esos libros que encontré llenos de polvo en la casa de mi madre y que quiero releer y una larga conversación echada a perder. Ahora esta es mi habitación desconocida.
Hace casi 20 años había una nena de 12 en el sillón blanco en su casa paterna leyendo todos esos libros, esos que te hacían elegir tu propia aventura, y otros de una colección que venían con las tapas amarillas y ahora hay una mina tirada en su colchón, ordenando los libros rescatados-encontrados, que le provocan una catarata de imágenes y sensaciones en el departamento donde ahora ella vive con un ex-capitán de barco omnipresente que quiere robarle algo que ni ella sabe que es.
Pero no importa, porque ahora la habitación esta rara y huele sahumerio de vainilla. Si, le gusta pero también le da miedo.
Ahora sí que Ella es completamente magenta.





El vacío de la calle vista desde arriba de la autopista me asombra. Ahí están esas escenas de regresos que vengo teniendo unas 32 veces al día y todo sin paréntesis, ni comas.
Estábamos desayunando y mientras yo trataba de leer la Guía T.
Ahora frente a mí y desde la ventana. Desayunábamos y yo que leía confusamente la Guía T.
Levantas una ceja (noté que tenías tus libros ordenados por AUTOR) y me preguntas si alguna vez me fui de viaje (si…muchas, te contestaría) "No a tantos lugares como quisiera" en cambio te digo, sonriéndote.
Termino mi helado de limón y hago como si te prestara atención (pero en realidad estoy explorando tu habitación llena de cosas y cositas y esa lámpara tan rara y todo me parece tan tan tan familiar).
Todavía no sé porque me puse en modo Mute, sentada en la silla sobre mi vestido tan inútil.
Es que será que aún no distingo si el amor es el tocar EL fondo, o tocar fondo, y yo tengo mil imanes pegados en mi heladera.
Si yo en este mismo momento te aviso que no mires hacia abajo…
¿Vos qué haces?





Usted no puede deshacerse de sus miedos pero puede aprender a vivir con ellos.





Apoyé la cabeza sobre la pared fría para olvidarme un poco del silencio penoso que de pronto me abrumó.
Mi “estoy acá” debería ser un alerta a lo: “te observo de cerca, empiezo a conocer tus formas”, múltiples justificaciones que concluyen en esa sensación de que mi cuerpo se desintegra. Y un montón de magias más que me digo con la cabeza descansando sobre el marco de Café Terrace en mi pared naranja rabioso.
Trampas para ratones, y la luna, y todo el naranja del mundo sosteniéndome.
Me reconforta pensar en el puro placer de la manipulación inofensiva y después todo va a ser tan mágico e impredecible
Y todo esto me lleva automáticamente a mi  última auto-lección valiosa (valiosísima): Cuando no busco, siempre encuentro.





Y recién después de millones de minutos, pude recordar su voz.
Te dije que la memoria es asombrosa y selectiva. Y bastante hija de puta en general. Pero tuve que hacer una especie de pausa sobre el impedimento de mí persona por ese olvido, que al mismo tiempo convivió con un aplauso mudo de sorpresa, Indiscutible.
Ahí caí que a veces mi existencia está en modo Delete.





Y los sostenes humanos no son de mármol, son 75% agua y es probable que se escurran.
Pueden irse porque nadie es necesariamente indispensable y las palabras se las lleva el viento (o toda variable no controlada).
Entonces, el salvoconducto seria no involucrarse con alguien que me resultara necesario e indispensable. Esa clase de personas irían ubicadas en mi universo de la donación de órganos, en el de la represalia y en el de los problemas técnicos.
Pero ves, sé que la decisión ahora es adentrarme en el bosque. Porque esa vez pude hacer llover, esa noche no me fui de viaje a otro país como podría haberlo hecho.

Photos and poems by Ana Paula Seltzer