El sueño de una noche de verano
Rufus Wainwright actuando en el Festival Castell de Peralada 2018 Fotografía de Toti Ferrer |
Rufus McGarrigle Wainwright dice tener alma de trovador aunque bien podría considerarse antetodo un alquimista de las emociones. La noche del sábado 7 de julio era nubosa en el Ampurdán. Las fuertes tormentas avanzaron esa tarde por el interior de Cataluña dejando buen granizo en Osona y llegando a asomar por las comarcas gerundenses. Pero los astros se alinearon con el festival y las nubes se amansaron sobre el cielo de Peralada, casi como si todo se conjurara para que la voz de Rufus Wainwright, a solas con su piano y su guitarra, pudiera brotar sin ser perturbada. Y su voz brotó y floreció en una seducción absoluta.
Rufus apareció vestido con pantalón y chaleco dorado en un escenario sobrio, además de lucir una frondosa barba ya completamente blanca. Arrancó con Beauty Mark de su álbum homónimo de debut del que recordó con asombro que ya cumplió veinte años y aprovechó para señalar que tal era el motivo de la gira: la celebración de sus dos décadas sobre los escenarios. Por cierto, aquel álbum incluye el tema Barcelona al que no hizo mención, aunque sí anunció que volverá, no a Peralada sino a Barcelona, en abril de 2019 para actuar en el Gran Teatre del Liceu. A su vez expresó su admiración por el entorno de Peralada donde por la mañana había compartido unos diálogos en la biblioteca del castillo.
La semilla de la magia ya se había plantado e iba dando sus frutos poco a poco. Vibrate sería la segunda perla de la noche de las muchas que uno puede encontrarse en su reperterio, que por cierto incluye música clásica como él recalcó al mencionar su segunda ópera, Hadrian, que se estrenará en el Canadian Opera Four Seasons Centre for the Performing Arts de Toronto este octubre con escenografía de Michael Gianfrancesco, dirección de Peter Hinton y batuta de Johannes Debus.
De hecho, uno de los momentos más profundos del concierto fue cuando expresó su deseo de regresar al Festival de Peralada, un festival donde la ópera es protagonista, para presentar alguna de sus piezas clásicas. Así, preguntó si había franceses entre el público y expresándose en su idioma presentó una pieza de su obra Prima Donna. Explicó como en Italia los cantantes de ópera suelen tener apelativos como Maria Callas, la divina, y que a él le pusieron el de el escandaloso, anécdota con la que presentó Gay Messiah. "No, no es Jesucristo, es otro tipo de mesías."
Entre un sentido del humor absolutamente seductor y la convicción reivindicativa interpretó Trump song. "Es una mala canción porque Trump solo merece una mala canción." Una nota satírica entre muchos momentos de emoción, como muy al inicio del concierto con la reciente Peaceful afternoon, dedicada a su marido, o Candles, interpretada a capella y cuyo recuerdo perdurará sin duda en todos los asistentes. Memphis skyline, Out of the game, Only the people y Cigarettes & chocolate milk, se combinaron perfectamente con novedades: Early morning madness, Only the people y la emotiva Alone time, así como la sentida versión del maravilloso So long, Marianne de Leonard Cohen. Y Wainwright se llevó una ovación que lo devolvería al escenario para sus clásicos bises: Going to a town, Hallelujah, nuevamente Cohen, y Poses.
Rufus Wainwright escribió en Peralada el sueño de una noche de verano.
Un texto de Juan Carlos Romero
Fotografía de Toti Ferrer cortesía de Festival Castell de Peralada
www.festivalperalada.com
Todos los derechos reservados
La semilla de la magia ya se había plantado e iba dando sus frutos poco a poco. Vibrate sería la segunda perla de la noche de las muchas que uno puede encontrarse en su reperterio, que por cierto incluye música clásica como él recalcó al mencionar su segunda ópera, Hadrian, que se estrenará en el Canadian Opera Four Seasons Centre for the Performing Arts de Toronto este octubre con escenografía de Michael Gianfrancesco, dirección de Peter Hinton y batuta de Johannes Debus.
De hecho, uno de los momentos más profundos del concierto fue cuando expresó su deseo de regresar al Festival de Peralada, un festival donde la ópera es protagonista, para presentar alguna de sus piezas clásicas. Así, preguntó si había franceses entre el público y expresándose en su idioma presentó una pieza de su obra Prima Donna. Explicó como en Italia los cantantes de ópera suelen tener apelativos como Maria Callas, la divina, y que a él le pusieron el de el escandaloso, anécdota con la que presentó Gay Messiah. "No, no es Jesucristo, es otro tipo de mesías."
Entre un sentido del humor absolutamente seductor y la convicción reivindicativa interpretó Trump song. "Es una mala canción porque Trump solo merece una mala canción." Una nota satírica entre muchos momentos de emoción, como muy al inicio del concierto con la reciente Peaceful afternoon, dedicada a su marido, o Candles, interpretada a capella y cuyo recuerdo perdurará sin duda en todos los asistentes. Memphis skyline, Out of the game, Only the people y Cigarettes & chocolate milk, se combinaron perfectamente con novedades: Early morning madness, Only the people y la emotiva Alone time, así como la sentida versión del maravilloso So long, Marianne de Leonard Cohen. Y Wainwright se llevó una ovación que lo devolvería al escenario para sus clásicos bises: Going to a town, Hallelujah, nuevamente Cohen, y Poses.
Rufus Wainwright escribió en Peralada el sueño de una noche de verano.
Un texto de Juan Carlos Romero
Fotografía de Toti Ferrer cortesía de Festival Castell de Peralada
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