JONAS KAUFMANN

FESTIVAL CASTELL DE PERALADA 2018
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In crescendo





La noche apuntaba a magia y se mostró lentamente en todo su esplendor aunque sin renunciar a un previo juego de velos. La delicia se mostró tímida inicialmente pero acabó penetrando en el público, ya predispuesto a dejarse dominar ni que fuera por un ápice de lo que pudo vivirse durante el concierto. Jonas Kaufmann es conocido por su contención por lo que muchos lo califican de antidivo, lo cual quizás pueda ser un lastre en algunas de sus actuaciones. Bien es cierto que en referencia a su actitud de divo o no divo, hay opiniones encontradas. Varios críticos calificaron de "divismo" su no participación en los ensayos de la reciente representación de Andrea Chénier en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y sus tres actuaciones tampoco fueron acogidas con entusiasmo. En el olimpo, esto es, el escenario, los dioses no deben ser otra cosa que divinos y dar rienda suelta a unas energías que solo están a su alcance. No siempre ha sido el caso y en ocasiones se ha criticado una cierta falta de entrega. Lo que es indudable es que estamos ante una de las grandes voces del momento que genera una expectación altísima en cada una de sus actuaciones y esto es así por el enorme talento demostrado, más aún en su momento actual de una extraordinaria madurez.


El programa a presentar en el Festival Castell de Peralada llegaba tras su presentación en el Teatro Real de Madrid. Plácido Domingo, que actuó la noche siguiente en la versión concierto de Thaïs de Jules Massenet, estaba entre el público de Peralada, al menos en la primera parte del concierto. La soberbia orquesta titular del Teatro Real bajo la batuta del prestigioso director alemán Jochen Rieder interpretó piezas orquestales intercaladas entre arias del repertorio, lo cual personalmente lastró la noche puesto que un aria suele ser un momento crucial en una línea argumental, por lo que intercalarla con piezas instrumentales totalmente ajenas puede restarle fuerza, incluso sentido. Sin embargo, la interpretación de la orquesta fue sublime ya desde la apertura con la deliciosa 'Bacchanale', de la ópera 'Samson et Dalila'. Tras ella, Jonas Kaufmann apareció en el escenario e interpretó la delicada 'Ah, lève-toi, soleil!', de la ópera 'Roméo et Juliette', de Charles Gounod, sin llegar a convencer aún excesivamente contenido, aunque sin los ligeros abucheos que sí recibió con esta misma pieza en Madrid. Solo era el principio, algo tímido, titubeante, pero tras la Suite número 2 'Danse bohème' de la ópera 'Carmen', de Georges Bizet, Kaufmann arrancó los primeros 'bravos' con la luminosa 'La fleur que tu m'avais jetée', de la misma obra. 





Con la 'Habanera' de Chebrier, la orquesta daría nuevamente paso a Kaufmann con 'Rachel, quand du Seigneur' de la ópera 'La Juive' de Jacques-François Halévy, regalando una de las interpretaciones de la noche, intensamente maravillosa. La ovación del público se encadenó perfectamente con la  'Le dernier sommeil de la Vierge', de Jules Massenet, tras la cual Kaufmann cantó 'O Souverain' de la ópera 'Le Cid', también de Massenet, con la que el público se entregó definitivamente. 






Tras el descanso, vendría el repertorio wagneriano. La orquesta interpretó intensa la 'Cabalgata de las valquírias', y Kaufmann regresó, esta vez con camisa negra, más adecuada para la épica alemana, interpretando 'Ein Schwertverhis Mir Der Vater', quizás lo mejor de la noche. No es de extrañar puesto que Kaufmann ha interpretado recientemente Die Valkyrie en el Festival de Munich. Brillante sonó el 'Preludio al primer acto' de 'Die Meistersinger von Nürnberg', para luego el tenor interpretar excesivamente contenido, nuevamente, 'Morgenlich Leuchtend Im Rosigen Schein'. El problema de la contención es la consecuencia de la falta de naturalidad. La orquesta pasó al  'Preludio' de la ópera wagneriana 'Lohengrin', y Kaufmann rubricó, esta vez sí con fuerza, con 'In fernem Land', recibiendo unos sonoros y muy sentidos 'bravos' finales. El público, sin embargo, no se alzó para despedirle, aunque sí taconeó y aplaudió para arrancarle unos bises, tres en concreto:  'Pour quoi me réveiller', de la ópera 'Werther', de Massenet; un nuevo fragmento de 'La Valquíria', y el último 'Wesendonck Lieder', “Träume” (sueños), también de Wagner y que dedicó a la fundadora del festival fallecida, Carme Mateu. Unos sueños que sonaron muy sentidos.

Al final, el público se alzó, y la noche desplegó, con timidez, la magia esperada.










Un texto de Juan Carlos Romero
Fotografías de Miquel González
Cortesía de Festival Castell de Peralada 
Todos los derechos reservados