NAU NUA: LE PETIT CIRQUE

25.06.2025

Las vueltas de la vida

Las vueltas de la vida nos llevan de vuelta a una nueva edición del Festival Grec de Barcelona.Es el ritual del solsticio de verano barcelonés: primero las hogueras de San Juan y después, el Grec. Y así subimos nuestros pasos a la montaña mágica de Montjuïc, nos adentramos en sus jardines y volvemos a sorprendernos con el encanto del teatro griego de 1929. Hasta unas gotas se dejan caer, arriesgando la fiesta, es más, suspendiéndola por unos minutos, incluso.

Y este año la fiesta empezaba, en Montjuïc con Le Petit Cirque, la versión escénica creada por Marie Bourgeois y Yoann Bourgeois del álbum Saisons de la cantautora francesa Pomme, nombre artístico de Claire Pommet. El álbum, publicado en 2024, es una obra delicada, como su voz y el rasgueo de la guitarra que en ocasiones la acompaña, a la vez que conceptual. La instrumentación nos remite a un pasado romántico, cuando se creía que hasta las sombras tenían entidad propia. Su versión escénica ha resultado ser estimulante a ratos, aunque de hilo roto, pues sientes que es el paisaje perfecto para una música que te abraza, te acaricia y te susurra las brisas, y los vientos, de la vida, pero todo se pierde por momentos, por falta de fluidez.

Sí, además las gotas de lluvia hicieron acto de presencia y llevaron a la parada momentánea del espectáculo en su sesión previa al estreno, la que aquí nos ocupa. Lástima, porque rompió el halo onírico con el que las escenas nos iban envolviendo vuelta a vuelta. Pero lamentablemente, la discontinuidad no fue solamente esta.¿Por qué vueltas? Por las estaciones del título, concepto de la propuesta, simbolizadas en el escenario por una plataforma giratoria que ocupaba la parte central del escenario y sobre la cual en ciertos momentos las bailarinas ilustraban con sus preciosos pasos los encuentros y desencuentros de la vida, los tiempos imperfectos, las sincronías inesperadas así como los vaivenes del miedo y el deseo...hasta las despedidas.

Un cuarteto de cuerda coronaba la escena y Pomme, cual Pierrot, se paseaba por el teatro en blanco, acariciando nuestros oídos de estación en estación. La sutil instrumentación ensalzaba los movimientos de las bailarinas, por tierra y aire, no mar, aunque el sueño todo lo puede. Soñamos, y existimos, aunque solamente fuera por un instante, o algunos instantes. Algo faltó, aunque la belleza estaba ahí.