BETI ELLERSON


40 años de cine por mujeres de África






Desde que me interesé en el tema de las mujeres africanas en el cine a principios de los años 90, siempre he leído y escuchado lamentos interminables acerca de la ausencia de la mujer y la falta de una representación creíble y positiva, de apoyo financiero insuficiente, y todos los demás males del mundo. Esto me llevó a realizar un estudio usando una posición epistemológica diferente. Un acercamiento no deficitario replantea las cuestiones teniendo en cuenta el potencial y las fortalezas y no las desventajas.

Masepeke Sekhukhuni, directora de la Newtown Film and Television School en Johannesburgo, Sudáfrica, está tratando de transformar los desafíos en ventajas. En la época cuando el equipo cinematográfico aún era pesado y engorroso, incluso intimidante para algunas mujeres. Sekhukhuni trató de animarles recordándoles que en sus tareas diarias ya poseen la fuerza para levantar pesados ​​cubos de agua. Asimismo, tienen el conocimiento necesario para manejar su casa, lo que se puede transferir a la organización de la producción cinematográfica.

Burkinabé Fanta Nacro asistió al acto para disipar las nociones de déficit de competencias de las mujeres en el mundo del cine, cito: "Cuando hice esta película [Un certain matin, 1992 ], yo era una militante feminista extremista. En las escuelas de cine ya se nos orientaba a las mujeres hacia oficios considerados "para ellas", como la edición o la escritura. Y con el pretexto de que tenemos aptitudes para estas áreas específicas. La realización y la cámara estaban destinadas sin reservas para los hombres. Para mi primera película, quería traer un equipo totalmente femenino para mostrar que cuando se escoge un trabajo se llega hasta el final y que podemos ser tan competentes o tal vez más que los hombres! "(1)

Más allá de las razones por las que ellas no tienen éxito, se desaniman, o ni siquiera se atreven a soñar, lo que me fascinó fueron las razones por las que algunas continúan o se apasionan por sus respectivas áreas. Yo estaba interesada en conocer las redes de apoyo, recursos, mentores y referencias. ¿Cuáles son las circunstancias de sus éxitos a pesar de su letanía de desafíos? Para mí lo que es fascinante es seguir su camino, viendo cómo iban de aquí para allá, y preguntarme acerca de su elección y ¿por qué?
La pregunta que planteo  como punto de partida es "¿qué funciona?" en lugar de lo que está mal. "¿Qué tienen ellas que aportar?" en lugar de por qué no pueden hacer películas por una razón u otra.
Este enfoque es mucho más representativo de su realidad en las sociedades donde las mujeres siempre han demostrado ser ingeniosas en todas las circunstancias.

Quiero empezar con una pre-historia para mostrar precisamente este espíritu de reflexión e inteligencia que siempre han tenido.En su relato "le dit du cinéma africain" Amadou Hampaté Ba el inimitable historiador narra la extraordinaria experiencia de su madre Kadidia Pâté y su primer encuentro con el cine. Esta cita con el cine es fascinante, nos ilumina y ofrece una introducción única para un estudio del cine africano en femenino.

Hampaté Bâ recuerda como siendo un niño de ocho años asistió a la primera proyección en 1908 en su pueblo ancestral de Bandiagara en Mali. El gobernador colonial ordenó a los morabitos asistir a la proyección. Debido a su inquietud hacia estos "fantasmas satánicos para engañar a los fieles" se reunieron para encontrar una manera de sabotear el evento.

Aún así, Kadidia Pâté no asistió a la proyección, por mantenerse fiel a los mandamientos musulmanes.
En 1934, empujada por la insistencia de su hijo, y pese a la prohibición presente de los morabitos, ella finalmente decide que lo acompañará al cine. Algún tiempo después de la proyección, ella le relata el evento de la siguiente manera:

"Cuando entramos en el cine antes de la proyección, me mostraste un gran lienzo blanco sobre el cual se proyectarían haces de luz que se convertirían en imágenes que podríamos entonces mirar y distinguir. También me mostraste una caseta situada lo suficientemente alto en relación con nosotros. Me dijiste que era en esa pequeña habitación donde estaba instalada la máquina que "escupe imágenes."

Esta caseta está perforada con algunas aberturas por las que se arrojan los haces de luz que se detienen en el gran panel blanco. Cuando el operador que no veíamos inició su trabajo, los rayos de luz acompañados de algún ruido se escaparon de la caseta. Pasaron por encima de nuestras cabezas,  mientras estábamos en una profunda oscuridad, alegoría de nuestra ignorancia.

La luz salía de la caseta, pero no en su totalidad, sino por finos hilos, es decir, porciones medidas. Nosotros mirábamos al panel blanco. Sólo mirándolo pudimos ver, distinguir y comprender las imágenes que se mostraban. Podíamos ver los caballos correr, los hombres caminar, las aldeas emerger. Vimos la selva espesa, el campo en flor, la llanura baja. Todo esto como un largo sueño, claro y preciso, un sueño estando en vela.

Tras haber estado un buen rato contemplando el gran panel, yo quería, sin él, percibir directamente sólo con mis propios ojos las imágenes que, ciertamente, salían de la caseta. Entonces, ¿qué me pasó? En cuanto me volví hacia las aberturas de la caseta, los rayos de luz me cegaron. Aunque las imágenes estaban virtualmente en los rayos, mis ojos no eran lo suficientemente fuertes y eficaces para detectarlas.

Entonces cerré los ojos para concentrarme interiormente; mis oídos aún escuchaban con claridad los sonidos que acompañaban a los rayos de luz.

Me encontré en la situación siguiente: en primer lugar, cuando me sirvo del gran panel blanco, veo las imágenes y escucho los sonidos. Tengo un doble beneficio.

Pero en segundo lugar, cuando me sirvo directamente de mis ojos, yo sólo escucho los sonidos; no puedo soportar la luz, me ciega. Así que de donde saco un beneficio también encuentro un inconveniente. Esta situación me lleva a concluir que tanto el gran panel es esencial para la visión clara de las imágenes y el discernimiento de la procedencia de los sonidos, como necesario es un intermediario entre nosotros y Dios, para poder entender el mensaje divino. "

¿Por qué este largo relato desde la prehistoria del compromiso de las mujeres africanas con el cine?Permítanme utilizar esta cita como una metáfora de un cine triangular, para pedir prestado un concepto desarrollado por Haile Gerima: un diálogo entre el director de cine, la crítica y el público. Veo que esta intersección entre estos tres actores es de alguna manera nuestro objetivo en este simposio.

El relato de Kadidia Pâté es una inspiración muy profunda para mí. No sólo es increíble para una africana tener la oportunidad de disponer de esta historia para un evento que es parte de la prehistoria del cine africano, sino que esta historia la sitúa en el centro de la historia de la mujer africana en el cine, y el centro de la crítica de cine.

Kadidia Pâté como se puede ver, presagiaba la práctica de cineastas africanos y africanas, desarrollar la imaginación, cerrando los ojos: como dijo el gran Djibril Diop Mambety (2) ¿Cuántas veces escuchamos, a los ancianos y las ancianas del cine africano, hablando de su experiencia con el cine en su infancia, donde los caballos corrían y la gente caminaba en silueta detrás de una pantalla blanca?. O que cerrando los ojos ellos veían como se les perfilaban las aldeas, la selva espesa, el campo en flor, la llanura grueso, el campo en flor, la llanura- todos los ingredientes para hacer una película.

La desconfianza en 1908 de Kadidia Pâté  como una mujer joven, ya hace más de cien años, transformada 25 años después, cuando por fin asistió a un cine, es un barómetro de la evolución de la mujer africana en el cine, y también de las mujeres en países donde el Islam es la religión dominante. Unos 30 años después, en 1934, Thérèse M'Bissine Diop de Senegal y Zalika Souley de Nigeria, ambas actrices pioneras en 1966, han de pasar unas pruebas debido a su deseo de seguir una profesión que les apasiona.

La marfileña Naky Sy Savane, nieta del Imam, tuvo a su vez que enfrentarse en los años 80 a una sociedad que todavía creía que una actriz era una mujer de moral relajada. Hoy en día, Nadia El Fani como cineasta quiere desafiar una sociedad en la que la religión impone su ley a los ciudadanos que creen en otro dios o bien no creen en nada en absoluto.

Enfrentarse a sociedades que se resisten a abrirse al mundo es una gran prueba, pero como dijo la burkinesa Aï Keïta, quien interpretó el papel de la reina Sarraounia de Med Hondo (1987), la gente las ha ido aceptando como artistas, a sabiendas de que han contribuido a la promoción de la cultura de su país.
Otra razón por la que he mencionado a Kadidia Pâté en la introducción de este discurso es mostrar la línea continua de la presencia de las mujeres en la ya larga historia del cine que se remonta más de un siglo a la historiografía contemporánea en la que, tras 40 años, las mujeres de África participan activamente.Y en este continuo, con varias pausas, ellas han allanado el camino del cine africano.

Nacido durante los movimientos de independencia en África en los años 50 y 60, el cine africano se ha apropiado de la cámara como una herramienta para luchar contra la mirada colonialista que había dominado en el cine hasta entonces. La aparición de la mujer en el cine africano coincidió con este período incipiente en el que un grupo de profesionales de cine se posicionaron para la creación de una verdadera cultura de cine africano. Incluyendo a la pionera de la cultura mediática senegalesa, Annette Mbaye Erneville, feminista, periodista, escritora, especialista en comunicaciones, activista de los medios y crítico cultural. La primera persona en Senegal en hacer la carrera de periodismo, regresó a su país después de sus estudios en París y se puso a trabajar, eventualmente conduciendo un programa de radio sobre cine-una práctica que vemos más tarde con la congolesa Monique Phoba, que se convertirá en directora de cine, e inversamente con Zara Mahamat Yacoub, también cineasta pero en la actualidad presidenta de la asociación de radios privadas y directora de programas de radio en el Chad.

Annette Mbaye Erneville ha dedicado su vida a la política cultural del país y ha forjado importantes instituciones como la Asociación Senegalesa de Críticos de Cine, RECIDAK (Encuentros de Cine de Dakar), la Asociación Senegalesa de Críticos de Cine y de la Maison de la femme Henriette Bathily, y como se muestra en la película Mère-bi sobre su vida, dirigida por Ousmane William Mbaye, su hijo, ella se mantiene activa aún hoy.

Del mismo modo, la guadalupeña Sarah Maldoror, ya emigrante pero con un espíritu panafricano, se reunió en París con artistas de África y el Caribe, durante un período de intenso descubrimiento cultural, intelectual y político. La contribución de Sarah Maldoror al cine lusófono y al cine de liberación de África es magistral. En los años 60, fue a Moscú para estudiar cine. Después de haber participado activamente en los movimientos pro independentistas, no es de extrañar que sus películas también defiendan temas anticoloniales.

Maldoror siempre ha trabajado en la intersección de la liberación africana y de la mujer y es una mentora y un punto de referencia para muchos cineastas, entre ellos la directora Anne-Laure Folly de Togo, cuya película Sarah Maldoror ou la nostalgie de l'utopie relata su vida como cineasta comprometida.
Del mismo modo, las experiencias de Annette Mbaye Erneville y Sarah Maldoror se asemejan a los de otros estudiantes y artistas que viven en París en un momento de una conciencia más elevada, como la trinidad de la negritud, de África y la diáspora, Senghor, Césaire y Damas, que se unieron para hacer frente a las principales cuestiones políticas, utilizando la cultura como un arma.

Tras la independencia, la llamada se convierte en un grito desde el corazón y el papel de la cultura es una herramienta importante para resaltar los aportes africanos a escala global. En 1966, seis años después de la independencia, Senegal se sitúa en el escenario mundial, cuando su presidente-poeta Léopold Sédar Senghor acoge el primer Festival Internacional de Artes Negras. El joven maestro Safi Faye era la guía oficial durante celebración, una experiencia que probablemente abriría los ojos a la importancia de la cultura y las artes africanas en el mundo.

Del mismo modo, el trabajo de Thérèse Sita-Bella y Efua Sutherland (ambos fallecidos) muestra las primeras contribuciones cinematográficas de las mujeres. La camerunesa Sita-Bella produjo Tam Tam en París en 1963 una película documental de 30 minutos sobre un tour de la Compañía Nacional de Danza de Camerún, proyectado en la primera FESPACO en 1969. Dramaturga y escritora, la ghanesa Efua Sutherland produjo en 1967 el documental Arabia: la historia de la aldea, en colaboración con el canal de televisión estadounidense ABC. A pesar de que han hecho una película cada una, su trayectoria refleja la de muchos africanos que combinan el cine con otras carreras y otros intereses-sociales, políticos y culturales.
Por ejemplo Anne-Laure locura es abogado internacional y Tsitsi Dangarembga, escritora. En el norte de África y la diáspora en Francia, las mujeres dieron sus primeros pasos alcanzando su plenitud en los años 70. En 1968, la tunecina Moufida Tlatli se aventura en Francia a estudiar cine y se da cuenta de que en ese momento las mujeres iban encaminadas hacia cursos de montaje en lugar de cursos de dirección cinematográfica, lo cuales ella decide seguir a con gran placer mientras que se forma como cineasta, lo que le llevó a hacer su primera película Le Silence del palacio en 1994. Llegada a Francia como una joven adulta, en 1960, la marroquí Izza Genini se engancha rápidamente en la vida cultural: un festival, un club de cine y la creación de su propia compañía de producción y distribución en 1973 también. Assia Djebar, escritora argelina famosa desde los años 60 y elegida miembro de la Academia Francesa en 2005, toma un descanso del mundo de la literatura para entrar en el paisaje de la imagen y el sonido con su película La Nouba des Femmes du Mont Chenoua en 1978.

Al comienzo de la profesionalización del cine africano, establecida en los años 60 con la creación de instituciones emblemáticas, FESPACO (Festival Panafricano de Cine de Uagadugú) y FEPACI (Federación Panafricana de Cineastas) las mujeres estuvieron a la vanguardia. Aunque otras instituciones han surgido desde entonces, siguen siendo un punto de referencia para la cooperación y la organización continentales  en el campo cultural. Zalika Souley, la actriz pionera de Nigeria, ha sido miembro del comité fundador del FEPACI, mientras que la burkinesa Alimata Salembere, es de los miembros fundadores de FESPACO y presidió el comité organizador del primer festival del que su compatriota Odette Sangho ha sido también miembro.

Dando una atención planetaria a las mujeres sin precedentes, los años 70 llaman a la acción en todos los ámbitos de la vida de las mujeres; lo cual era el objetivo del llamado Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (1975-1985).

Todo ello evoluciona a un movimiento universal por la protección de los derechos de las mujeres y un movimiento internacional de activismo feminista, y juega un papel de liderazgo en la sensibilización a través del continente. Más tarde, en los años 80, muchos países africanos retomaron los temas del Decenio en sus películas centrándose en la empancipación de las mujeres, destacando una visión femenina en el desarrollo económico, social y cultural.

Seguido de la maduración de la segunda ola del feminismo, que influye (1) en el desarrollo de estudios femeninos en la Academia, (2) la teoría fílmica feminista y (3) un análisis crítico de la representación visual de las mujeres. A partir de esta década determinante emerge la presencia perdurable de cineastas africanas. La pionera Safi Faye recuerda en los años 70 en París, siendo la primera mujer africana en entrar en la École Nationale Supérieure Louis Lumière, la curiosidad acerca de su presencia en esta prestigiosa escuela de cine.

Los años 80 también vieron un marcado aumento en la producción cinematográfica realizada por mujeres. Muchas de la primera generación de mujeres en Burkina Faso, como Fanta Regina Nacro, Valerie Kaboré y Aminata Ouedraogo, cruzaron las puertas de INAFEC, el Instituto Africano para la Educación de Cine, la escuela histórica con sede en Burkina Faso desde 1976 hasta 1987.

Mientrastanto en el este de África, las primeras oleadas de keniatas cineastas profesionales comenzaron a estudiar a finales de los años 80 en el Departamento de Capacitación Cinematográfica en el Instituto Keniano de Medios de Comunicación. Según lo confirmado por las observaciones de la investigadora keniata Beatrice Wanjiku Mukora, jugaron un papel decisivo en la formación de un cine nacional en Kenia.
Esta tendencia se retomó en otras regiones, como en el África austral. En Zimbawe durante los años 90 se formó una hornada de mujeres cineastas profesionales entorno a la organización Women Filmmakers of Zimbabwe. En 2001 organiza un festival de películas de mujeres y en 2009 crea el premio Distinguished Woman in African Cinema.

Así mismo, los años 90 son testigos de un refuerzo de los recursos y una presencia visible en la escena continental e internacional. Habiendo ya desarrollado un marco de acción en el « Colloque Images de Femmes » del Vues d'Afrique à Montréal en 1989, un movimiento organizado emerge. La 12ª edición del FESPACO en 1991 marcó un momento histórico para los africanos en medios visuales, forjando una infraestructura para la asociación que hoy en día se conoce como Union Panafricaine des Femmes Professionnelles de l'Image. La unión continental, presidida por Annette Mbaye d'Erneville, aclara los objetivos clave siguientes y que podemos encontrar en otras organizaciones de mujeres por todo el mundo:

-Proporcionar un foro para las mujeres para intercambiar y compartir sus experiencias;
-Asegurar que las mujeres tengan el mismo acceso a la formación y producción.
-Reconocer las preocupaciones de las mujeres profesionales;
-Proporcionar representación visual más realista de la mujer;
-Los medios para transmitir sus puntos de vista.

Desde ese momento emblemático, los proyectos iniciados por mujeres a lo largo del continente se extienden hasta la diáspora para la promoción del cine africano, y la organización de infraestructuras cinematográficas han aumentado.

Cierto es que todas estas iniciativas no han podido siempre lograr sus objetivos, su presencia alentadora indica su deseo de crear estructuras accesibles de apoyo para la promoción del cine africano y permitir que los profesionales sean autónomos dentro del mundo del cine.
Irónicamente, en los años posteriores a la Década de la Mujer, la segunda ola del feminismo comenzó a disminuir, con un discurso post-feminista declarando que había alcanzado su objetivo de erradicar el sexismo.

De hecho, más que paradójico, este descenso es probablemente el resultado de sus encuentros o enfrentamientos, multiculturales durante el Decenio, cuyo discurso de protesta entre las mujeres de color en todo el mundo surge en respuesta a la hegemonía del feminismo practicado por las mujeres blancas y su dominio sobre el discurso, la investigación y la producción de conocimientos.

Del mismo modo, un feminismo considerado elitista o etnocéntrica e incluso racista hace surgir una tercera ola conceptualizada ya en los años 80. Ésta establecida ya a principios de los años 90 por la nueva generación es una ruptura con las estrategias de lucha y cuestionamiento del aspecto esencialista de la segunda ola, y se enfrenta a los problemas del mundo de hoy, muy diferentes de los años 70 y 80.
Sus ejemplos que describen la ruptura y continuidad a través de las generaciones me hacen pensar en la mesa redonda: El compromiso de las mujeres cineastas en el Pavillon des Cinémas du Sud del Festival de Cannes en 2008.

La veterana cineasta Moufida Tlatli relató su experiencia como joven estudiante en 1968 en la IDHEC la l'École Nationale Supérieure des Métiers de l'Image et du Son en París, en un momento en que a las mujeres se las encaminaba a la carrera de montadora o script, o como se le llamaba en ese entonces y todavía hoy en día, la "script-girl". Sus homólogos más jóvenes explicaron experiencias muy diferentes de más igualdad con los hombres.

El aspecto más inspirador de la discusión fue el contexto intercontinental de la pluralidad de experiencias entre generaciones, etnias, la cultura y el posicionamiento. Las historias personales y los legados postcoloniales fueron parte de una conversación muy atractiva entre las mujeres del Sur en general y las mujeres africanas en particular, destacando la voluntad sincera de afrontar problemas complejos. A pesar de las diversas experiencias entre las generaciones de cineastas, las prácticas actuales se hacen eco en muchos aspectos de las de la primera generación. Por ejemplo, los estudios feministas de cine emergente en los años 70 se centraron en el análisis de "las mujeres y el cine" como punto de partida.

Mientras Safi Faye que es de ese tiempo siempre ha mantenido una posición neutral, como ella dice: "Yo no hago una diferencia entre un hombre como Safi o una mujer como Safi." Lo que refleja los sentimientos actuales de Osvalde Lewat de esta nueva generación de cineastas, que pone en tela de juicio el precisar el género cuando se trata de un director de cine "director mujer" como en el título de la conferencia en Cannes "El compromiso de las mujeres cineastas. "

Sin embargo, estos seminarios que se centran en las mujeres, así como la emblemática empresa distribuidora "Women Make Movies", con sede en Nueva York, existen porque las cineastas no han roto el techo de cristal!

Cine (s) africano (s) en sí mismo es un fenómeno post-colonial que surgió junto con la independencia de África y que ha existido siempre en un marco transnacional. Sobre la base de un enfoque post-colonial, las películas se ocupan de las tensiones entre las tradiciones africanas y la occidentalización, cambiar el marco de la versión colonial de la historia, y la política de identificación.

En este sentido, La Noire de ... d’Ousmane Sembene de 1966 ya empezó a trabajar  temas postcoloniales. La película examina el trauma psicológico de un joven senegalés al sentirse dislocado en entorno europeo extranjero, cuyo idioma no habla, está aislado y sin recursos. Del mismo modo, las primeras películas de mujeres han postulado la condición postcolonial en sus intenciones de forma simultánea en un contexto transnacional.

Una generación más tarde, las cineastas africanas continúan trabajando a través de sus múltiples identidades en sus películas. Algunas  son mestizas, de padres de dos razas diferentes, y tal dualidad en su identidad es abordada en sus trabajos. Otros tienen la doble nacionalidad o son residentes permanentes y se enfrentan a los problemas de la integración y de identidad, complejidades nacidas en la primera generación en sus países de diáspora.

Según el concepto de "doble conciencia" del intelectual estadounidense W.E.B. Dubois, que el afroamericano debe afrontar: ser a la vez negro y americano, la cineasta ghano-americana Akosua Adoma Owusu negocia lo que describe como una triple conciencia de inmigrantes africanos en los Estados Unidos: (1) debe asimilarse a la cultura estadounidense "mainstream" (2) ella se identifica con los afroamericanos por el color de su piel, pero no siempre está de acuerdo con su cultura y su historia, y (3) debe afrontar el mundo africano y su propia herencia étnica. (3)

Los cineastas africanos han insistido desde hace mucho tiempo en el hecho de que en el caso de las directoras no tiene sentido al etiqueta de femenino. Safi Faye, por ejemplo, ha sido siempre considerada así, incluso cuando sus películas son temáticamente africanos. A medida que el concepto de cine transnacional crece, la no identificación de la nacionalidad del director es más notable
.
Además, África no es siempre el objeto de los cineastas que residen en Occidente sobre todo porque los africanos no siempre se incluyen como un personaje de sus películas. ¿Estas películas y su estética son excluidas del discurso sobre el cine africano? ¿Ellos son readmitidos en la conversación cuando se habla de África? Además, la práctica de cine sin fronteras por parte de cada vez más cineastas, replantea la cuestión de la clasificación de una película según la nacionalidad del director de cine.

Igualmente, algunos cineastas y profesionales sudafricanos de origen europeo, indio o malasio, afirman su identidad africana y reclaman sus experiencias como parte de la historia del continente mostrando el deseo de ser incluidos en el diálogo, aun cuando el tema de sus películas se dirija a personas con orígenes no africanos.

África es un vasto continente con diversos idiomas, así como historias sociales y políticas, y sus características geográficas y demográficas, culturales y religiosas son dispares. Sus fronteras se extienden por todas partes debido a una diáspora mundial generando así una pluralidad de prácticas cinematográficas.
Además, la transnacionalidad de identidades viajeras, de casas flotantes, está cada vez más presente y, por tanto, requiere una redefinición del cine africano en el sexo femenino y una renegociación de su posición, el contexto social y la subjetividad, no sólo en términos de la realización cinematográfica, sino también en relación con su público.

Así mismo, estas transmutaciones subrayan que los cines y prácticas cinematográficas no son monolíticas y por lo tanto el discurso sobre las mujeres africanas en el cine se va basar en la pluralidad de estas historias cinematográficas que abrazan la interseccionalidad de las identificaciones trans / nacionales y raciales y especificidades étnicas y culturales.

Abrí la presentación destacando que mi objetivo era utilizar un enfoque no deficitario, mostrando las experiencias positivas, optimistas y alentadoras. Quiero concluir con el mismo espíritu. Como dijo Sarah Maldoror: "La mujer africana debe estar en todas partes. Debe estar en la imagen, detrás de la cámara, la edición, en todas las etapas de la producción de una película. Es ella la que tiene que hablar de sus problemas. "

Las africanas pioneras y líderes en el cine africano conforman una lista impresionante. Su presencia en la cronología del cine africano refleja el legado que dejan como modelos, mentoras y activistas, allanando el camino a seguir por otras mujeres.

Quiero concluir con una actitud que Safi Faye llama feminizante, defender la causa de las mujeres, manteniéndolas en el contexto de su sociedad. En lugar de ver este hecho como una contradicción en el discurso de las mujeres transnacionales, es tomado en su época actual como una continuidad de las experiencias y las nociones de identidad y posición del cine africano a través de toda su historia.



Al amparo de la admirable Kadidia Pâté concluimos esta presentación y abrimos el simposio con el objetivo de "ver, discernir, comparar y aprender una lección” un ejercicio que ella hizo con una habilidad extraordinaria. 


(1) Fanta Nacro : l’espoir au féminin par Bernard Verschueren : le Courrier le magazine de la coopération au développement ACP-UE N° 190 janvier- février 2002.

(2) Sinemaabi : Djibril Diop Mambety.


(3) Akosua Adoma Owusu Website

(4) Jadot Sezirahiga. Sarah Maldoror : "Il faut prendre d'assaut la télévision". Ecrans d'Afrique 12: 1995.



Source: Centre pour l'étude et la recherche des femmes africaines dans le cinéma



Texto de Beti Ellerson
Del coloquio: Francophone African Women Filmmakers: 40 years of cinema (1972-2012)
Paris, 23 y 24 noviembre 2012
Texto y fotografía cortesía de Beti Ellerson
© Beti Ellerson 2004-2013
Center for the Study and Research of African Women in Cinema | Centre pour l'étude et la recherche des femmes africaines dans le cinéma
www.africanwomenincinema.org
Traducción al español por Juan Carlos Romero
NAU NUA | ART MAGAZINE edición por Juan Carlos Romero
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